Rosa Núñez, la fundadora del Hogar Infantil Visitación de Jesús, se crió en una familia humilde en un pueblo rural de San José de las Matas, República Dominicana. Antes de abrir el hogar, ella trabajó por nueve años en otro orfanato. Mientras era directora de ese orfanato, Rosa conoció a dos niños, Manuel y Jordalisa que experimentaban abuso y abandono en su casa en el campo. Jordalisa y Manuel son ciegos y Manuel no podía caminar ni hablar en ese tiempo. (Ahora, después de mucho esfuerzo y oración, él puede caminar). Los niños vivían en pobreza extrema y Jordalisa era la única persona responsable por Manuel y sus tres hermanos menores. Rosa se quedó horrorizada por la situación de estos niños. Aunque les quería ayudar, no podía porque el orfanato en que trabajó no les aceptaría por ser niños discapacitados.
Después de visitar a Jordalisa y Manuel, Rosa se reunió con su grupo de oración de la iglesia. Rosa no pudo ver nada sino la cara de Manuel y en el momento de recibir la comunión, se desmayó. “Cuando te necesito, no me ayudas,” Rosa le oyó decir Jesús mientras dormía. Después le dio una visión de Madre Teresa sirviendo a las poblaciones más pobres, enfermas y discapacitadas del mundo. Después Jesús le dijo a Rosa, “Si ella puede hacerlo, también tú puedes.” En ese momento Rosa se dio cuenta de que tenía que ayudar a estos niños en el nombre de Jesús. Con el permiso de los padres de Manuel y Jordalisa, Rosa asumió la custodia de estos menores y los llevó a su casa modesta en Santiago.
Muchos le han ayudado a Rosa a preparar su casa en que todos los niños (ahora, 9 en total) viven hoy. “Viví en la casa al lado cuando traje a Manuel y Jordalisa aquí,” dice Rosa. Ella sabía que debía comprar una casa más grande para que los niños se sintieran más cómodos. El dueño de una casa más grande al lado quería vender su casa por 2.5 millones de pesos dominicanos (aprox. US $65,000). Rosa le pidió al dueño un mes para recaudar los fondos necesarios para comprarla. Ese mes pasó y Rosa no tenía el dinero pues el dueño empezó a remodelar la casa en preparación de venderla a otra persona. “Cada vez que pasaba un camión con materiales de construcción, me di cuenta de que la casa iba a ser aún más cara,” Rosa reflexionó. Pero ella nunca perdió la esperanza.
Y el momento en que menos lo esperaba, Dios le mandó los recursos que necesitaba. Rosa se enfermó y mientras estaba en una clínica, vio a una vieja amiga que le dio los 2.5 millones de pesos para comprar la casa. Después vino más ayuda. Otro amigo recaudó el dinero para remodelar la casa. Actualmente hay 9 niños viviendo en la casa. Rosa dice que trabaja para Dios. Por oración diaria, ella recibe la fuerza, paciencia y esperanza para criar a estos niños que han vivido en situaciones caracterizadas por abuso y abandono. Aunque los recursos del hogar están limitados, Dios siempre hace posible todo lo imposible y por eso los niños del hogar están felices y bien cuidados.